Discurso del señor Alfonso Prohens Arias,

PREMIO ICARE 1987 EN CATEGORÍA EMPRESARIO

Señor Presidente de ICARE, don Sergio Baeza Valdés; señores Ministros; autoridades; señoras, señores, amigos y familiares:

Es para mí motivo de gran satisfacción y profundo orgullo recibir el Premio ICARE como empresario.

Pienso que al otorgárseme se ha querido también destacar la gran capacidad y esfuerzo de agricultores, empresarios, ingenieros agrónomos, técnicos y trabajadores, desplegados en el espectacular desarrollo del valle de Copiapó.

Agradezco emocionado a ICARE, en la persona de su Presidente, don Sergio Baeza, y a los señores miembros del jurado por tan alta y honrosa distinción.

La empresa que lleva mi nombre es una empresa familiar, compuesta por el que habla y mis nueve hijos, cuatro mujeres y cinco hombres, que trabajan en los predios de Copiapó.

Los orígenes de ella se remontan al año 1946, fecha en que mi padre compró el fundo Hornito, ubicado a 55 kilómetros de Copiapó, al interior del valle.

Ahí él observó que el fruto del chañar, un arbusto que abunda en la III y IV Regiones, maduraba quince días antes que en los fundos que él tenía en Ovalle, en la comuna de Monte Patria, deduciendo acertadamente que con la uva pasaría lo mismo, por lo que resolvió plantar parrones con uva de exportación, ya que era un factor muy importante el salir al mercado dos semanas más temprano que en otras partes.

Para poner en marcha su proyecto, me pidió que regresara de Argentina, donde me encontraba trabajando en una estancia de la provincia de Santa Fe, para que me hiciera cargo de la propiedad y realizara su proyecto.

Así fue como llegué, con mi aún pequeña familia, al fundo Hornito en junio de 1947.

La agricultura del valle estaba muy poco desarrollada en comparación a la del resto del país.

Las principales actividades eran la ganadería, algunas viñas viníferas, naranjales y cultivos varios.

Lejos de los centros de consumo, tanto del norte como del sur, y con caminos de tierra generalmente malos, se hacía difícil la colocación de los productos. Agravaba la situación la sequía, que se prolongó por más de treinta años, con las aguas siempre a turnos de hasta catorce días. Esta situación de estancamiento en la agricultura se mantuvo hasta principios de la década del 70.

Hacer los primeros parrones en ese tiempo fue tarea difícil, pues a la escasez de agua se agregaba la dificultad para comprar tractores y maquinaria agrícola, como consecuencia de la reciente guerra mundial, debiendo hacer los trabajos de preparación de suelos, estanques nocheros para almacenar agua y otros con bueyes, mulas y carretas.

También el alambre para armar los parrones escaseaba, situación que fue superada comprando cables de minas dados de baja, los que había que destorcer hebra por hebra mediante un sistema que se ideó con buenos resultados.

Se instaló un banco aserrador para cortar eucaliptos gruesos que había en el fundo, obteniéndose de esta manera los postes o rodrigones con la media adecuada.

Por fin, reunidos todos los materiales, en el año 1948 pudimos armar y plantar las primeras 42 hectáreas de parrones con variedades de exportación, Almería y Emperor principalmente, por ser las más resistentes para viajar y las más cultivadas en esos años, algo de Sultanina, Rivier, más otras variedades con el fin de experimentar.

Otro problema que se presentó fue el de la prohibición que existía, por parte de los Estados Unidos de América, para que entraran uvas procedentes de Copiapó y Vallenar, por suponer que había mosca de la fruta.

Se informó de esto al Ministerio de Agricultura, el que ofició a su congénere de los Estados Unidos de América, lo que se tradujo en el pronto envío de un experto entomólogo para que constatara en el terreno si efectivamente había la plaga mencionada.

Recorrí con él todo el valle, revisando minuciosamente nuestros parronales, viñas y plantaciones frutales, no encontrando indicios de la mosca. Presentó su informe al Departamento de Agricultura de los Estados Unidos de América, el que resolvió poco tiempo después levantar la prohibición.

En 1952, se exportaron las primeras cajas de uvas, embarcándolas por Valparaíso, puerto al que llegaban después de un largo recorrido por camino de tierra. Estos embarques continuaron por cuatro años, suspendiéndose después debido a los bajos retornos que se obtenían.

En 1955, se plantaron 14 hectáreas de una Sultanina. Con las primeras producciones se hicieron pasas y después toda la uva se destinaba a elaborar pisco.

Por esos años aparecieron en el mercado los reguladores del crecimiento, que son hormonas a base de ácido giberélico, que se aplican a las uvas sin semillas para conseguir un grano de mayor tamaño.

Junto con practicar esta nueva técnica en la uva Sultanina, se reanudaron las exportaciones en pequeñas partidas de 2.500 a 3.000 cajas, con el fin de aprender bien el trabajo de preparación de la uva.

Así, este parrón de 14 hectáreas fue nuestro campo experimental y principal apoyo en los difíciles días que siguieron a la Reforma Agraria, respondiendo con generosidad a nuestros cuidados, al entregarnos excelentes producciones, las que se mantienen hasta hoy. En la última cosecha y a los 33 años, su aporte fue de 2.500 cajas por hectárea de excelente uva de exportación.

En 1971, me expropiaron la mayor parte de las tierras y la casa donde había vivido 25 años con mi familia.

Después, con el advenimiento del actual gobierno y la implementación en 1975 de la política de apertura al comercio exterior, fomento a las exportaciones, respeto a la propiedad privada y otras, comienza en el valle de Copiapó su excepcional desarrollo.

Dichas medidas nos permitieron aumentar las exportaciones a 10.000 cajas el primer año y a 22.000 en el siguiente, al mismo tiempo que reiniciábamos la plantación de nuevos parrones, proceso que hemos continuado hasta hoy, completando 500 hectáreas, con una producción en la temporada 1987/88 de 350.000 cajas de 8,2 kilos, las que se incrementarán notablemente con las nuevas plantaciones.

La expansión señalada fue posible hacerla contratando fuertes créditos para comprar tierras, algunas de las mismas que me habían expropiado, para hacer las plantaciones, pozos profundos para extraer agua, frigorífico y packing, instalaciones de riego por goteo, galpones, casas, etc.

De las 500 hectáreas plantadas con parrones, todas están con riego por goteo, exceptuando 34 que corresponden a las más viejas.

Este sistema de riego nos ha permitido aumentar la superficie cultivada en un 40%, al poder llegar con el agua a las laderas de los cerros y quebradas, bombeándola a través de una red de cañerías de PVC llamadas matrices y submatrices, que van enterradas, las que que entregan el agua con los fertilizantes en solución a las líneas de goteros colocadas al pie de cada hilera de parras.
Como dato curioso, me permito informarles que en el último proyecto recién terminado en el fundo Rodeo, ubicado a 100 kilómetros de Copiapó, se emplearon 16.500 metros de matrices y 500.000 metros de líneas de goteros en 124 hectáreas de parrones.

En nuestra empresa, que, como ya dije, es familiar, trabajan mis cinco hijos, cada uno a cargo de un sector bien definido, con un personal de 240 trabajadores permanente en total, los que empiezan a incrementarse con las faenas de poda, raleo y preparación de los racimos, llegando al máximo en la cosecha, la que se hizo en la última temporada con un total de 914 personas.

En los predios se han construido numerosas casas confortables para los trabajadores permanentes, especialmente en los más alejados de Copiapó y Pueblo de Los Loros, con el fin de que ellos vivan con sus familias en los lugares de trabajo.

Para los trabajadores de temporada, se cuenta con excelentes colectivos para hospedaje, servicios sanitarios, comedores y cuatro modernas instalaciones para preparar la comida. Este servicio se contrata con una firma especializada.

Cuando se inician los trabajos de temporada, la comida se le da sin costo a todo el personal de los fundos.

Las plantaciones están repartidas en once predios, de superficies chicas a medianas, todas ubicadas en la parte alta del valle, que es la más luminosa, a lo largo de 45 kilómetros.

Debido a esta característica y por no haber teléfonos, se dispone de un eficiente sistema de radiocomunicaciones compuesto de una torre repetidora con un alcance de 100 kilómetros, un equipo base en la oficina de Copiapó y ocho en los diversos predios, 13 equipos móviles en vehículos y 17 walkie-talkies en poder de los supervisores. Desde los equipos bases o móviles, se puede comunicar con el resto del país conectándose al teléfono por intermedio de nuestra oficina.

Para el valle en general, las medidas de fomento a las exportaciones señaladas anteriormente significaron un rápido aumento de las plantaciones, las que suman en la actualidad 4.500 hectáreas, quedando muy poca tierra por plantar en clima apto para la uva de exportación. La producción total en la última cosecha fue de 3.126.174 cajas de 8,2 kilos, exportadas, con un retorno de US$ 42.000.000, faena en la que se emplearon 10.500 personas. Este volumen da cajas se duplicará en dos o tres años más, cuando estén en plena producción todas las plantaciones de parrones.

El progreso ocurrido en el valle de Copiapó, donde en el cultivo de la uva de exportación se aplican las mejores técnicas a nivel mundial, nos está demostrando la gran capacidad del agricultor, del empresario chileno para trabajar y producir cuando se dan las condiciones adecuadas.

Creo que si dichas condiciones fueran permanentes y no sujetas a cambios por diferentes enfoques políticos, sin la incertidumbre que se produce en cada acto electoral, incertidumbre que paraliza muchas iniciativas, el desarrollo económico-social del país se incrementaría a niveles insospechados y entraríamos pronto a una era de gran bienestar para toda la población.

He resaltado la gran capacidad de los agricultores y empresarios en el aspecto productivo y quiero también destacar su valiosa contribución en la parte social; pero es indudable que debemos hacer un mayor esfuerzo frente al desafío que nos presentan problemas como el habitacional, el de salud, educación, recreación y otros, actuando en este campo con la misma eficiencia demostrada como productores.

Al proceder así estaríamos contribuyendo a una mejor calidad de vida de nuestro personal y además reafirmaríamos los principios de libre empresa, respeto a la propiedad, etc., que siempre hemos proclamado y defendido como los mejores para conseguir un rápido desarrollo.

Estimados amigos todos, familiares:

Dedico este honroso premio con que ICARE me ha distinguido a la querida memoria de mis padres, por lo mucho que me dieron; a mi mujer, por los 46 años que llevamos caminando en la vida, siempre unidos en los buenos y malos momentos; a mis hijos, por el cariño, estímulo y gran ayuda en todo lo realizado; también lo dedico a Copiapó y mi comuna de Tierra Amarilla, donde de los cincuenta años que llevo de trabajo, cuarenta han transcurrido en ella.

Termino expresando mi confianza en que los chilenos sabremos darle al país el progreso y bienestar que todos anhelamos, meta a la que sólo se llega por el camino de la estabilidad y del trabajo intenso y perseverante.

Muchas gracias.