A su vez, se le reconoce haber catapultado a Enade como lugar de encuentro y debate de los empresarios con las autoridades.

Era 1982 cuando a Manuel Vargas (73 años, casado, 8 hijos) le ofrecieron la gerencia general del Instituto Chileno de Administración Racional de Empresas (ICARE), después de un tiempo (desde 1975) de haber dirigido el área de capacitación de la entidad a media jornada. Esta labor la compatibilizaba con su trabajo académico en la Universidad de Chile, en el Departamento de Relaciones del Trabajo y Desarrollo Organizacional de esa casa de estudios.

Ingeniero comercial por la misma universidad, especializado en temas organizacionales y recursos humanos, desde hace casi 50 años que trabaja en lo que se ha convertido en el foro de debate más importante de los empresarios en Chile.

Vargas ya había postergado su plan de irse a Harvard a estudiar y quedó cautivado por continuar con una labor relacionada con el mundo académico en Icare. En un inicio lo hizo liderando programas de capacitación que en esa época tenían la virtud de aplicarse con la posibilidad de medir los resultados de las habilidades adquiridas en esos cursos por los trabajadores de las empresas. Esto, dice ahora, le permitía hacer de puente entre la academia y las compañías. Sin embargo, también lo sedujo la interacción y debate intelectual que se generaba con líderes empresariales de la época, como Ernesto Ayala, Eugenio Heiremans y Hernán Briones.

‘Eran grandes personalidades de la época, en las empresas. Tenían mucha convicción acerca del rol de la empresa, de su responsabilidad hacia Chile. En nuestro país había una mística que era muy fuerte. Entonces eso me motivaba mucho y también el aporte educativo que Icare hacía’, cuenta.

Cambios culturales

‘Cuando viene el cambio de gobierno (de la Unidad Popular al gobierno militar), surge una transformación de política económica en los años posteriores que, justamente, afectó a muchas empresas que vivían en una cosa más protegida, hacia una economía abierta. Era una época en que los empresarios, cuando tenían un problema, partían a hablar con el ministro de Hacienda y les decían ‘¿qué hacemos con esto?’ (…). Fue todo un proceso de adaptación, primero de los empresarios; luego, un gran refuerzo profesional de las principales empresas, una vez que fueron volviendo sus dueños, y el desafío de crecer en un entorno abierto al mundo’.

Tras una buena oferta salarial, tomó las riendas de un proyecto tambaleante, que por la crisis económica de ese momento (pleno año 82) tenía sus finanzas estrechas y cuyo cierre ante la partida de muchos socios empresas era una realidad que estaba a poca distancia. Además, la institución también había quedado resentida ante los desembolsos efectuados bajo la presidencia de Fernando Léniz en un proyecto que se denominaba el ‘Club de la Empresa’. ‘El proyecto era muy lindo, se compró un lugar, se encargó un proyecto de arquitectura, muy audaz, en el centro de Santiago, pero vino la crisis económica de los 80, el tema del dólar, desvalorizaciones; en fin, una serie de acontecimientos que simplemente botaron la iniciativa’.

Pese a que ‘hacerse cargo de una iniciativa así era subirse a un auto sin frenos’, cuenta que se embarcó en la propuesta de gestionar Icare que le había ofrecido su entonces presidente, Canio Corbo. Logró un crédito bancario para solventar el equivalente a 12 meses de cuotas sociales y catapultó a la entidad.

Ahora, con 50 años de carrera en Icare, Vargas repasa los hitos de esta institución, cuya gerencia dejará en agosto a manos de Magdalena Díaz, ex jefa de gabinete en el segundo gobierno de Sebastián Piñera.

‘Mi desafío en ese tiempo fue fortalecer a Icare, desde donde estaba, que era cercano al piso, y un poco reinventarlo, reforzar las cosas que se hacían (…). Estábamos concentrados en los cursos para mandos medios y capacitación. No existía la ley del Sence en ese entonces, pero mis propios contactos universitarios me permitieron generar una oferta de capacitación de nivel más alto y más atractiva para las empresas. Fue cambiando la cosa, fuimos recuperando poco a poco a los socios; desarrollamos los programas en empresas, que no existían en Chile; ofrecimos programas que fueran evaluables, con medición de resultados’.

En el área ejecutiva estaban en una ‘pobreza franciscana’ en el instituto, ‘pero pensamos que siempre cuando uno da, recibe algo de vuelta. Entonces, invitamos a los principales gerentes de las empresas, un poco la élite económica de esa época, a tomar desayuno, sin costo obviamente, a la torre alta del Sheraton, al piso de arriba, que era un recinto bastante particular. Ahí se hizo el primer desayuno Icare, que fue bien curioso, la gente llegaba y decía ‘bueno, ¿dónde pago?, ¿cuánto tengo que pagar?’, y nosotros les decíamos ‘nada, usted está invitado por Icare, y esto le corresponde por ser socio’. Los expositores eran ministros de Estado o intelectuales de la época; no sé, José Piñera, entre otros, todos los personajes que estaban reconstruyendo la economía’.

El Quo vadis triunfal en ENADE

Más adelante, y en pleno cambio político del país, cuando en 1989 los principales candidatos presidenciales eran Patricio Aylwin y Hernán Büchi en el anticipo del ciclo de la Concertación, en Icare quisieron dar un vuelco a Enade (Encuentro Nacional de la Empresa). Vargas y su compañero de trabajo en ese entonces, Felipe Montt, querían dar con algo que reflejara lo que estaba pasando en Chile, cercano a un cambio político y en una etapa en que todo era incertidumbre. Estuvieron hasta las dos de la mañana pensando cómo hacer más atractiva, llamativa, aquella ‘próxima Enade’. Ya en la madrugada, bromeando, Montt le dijo: ‘Y si le ponemos Quo vadis (Adónde vas)’. Se rieron, pero luego de darle vueltas y vueltas, Vargas pensó que esa frase reflejaba efectivamente el momento que atravesaba Chile. Quo vadis, en esa versión del encuentro empresarial, fue todo un éxito, al igual que la película protagonizada por Peter Ustinov (Nerón en el filme), que se transmitía año a año en los canales de TV abierta en Semana Santa. ‘Era el titular del evento, un nombre novedoso, interesante… que no lo encontramos en castellano. Pero sí nos pareció que Quo vadis es Chile en el año 89, donde no sabíamos quién iba a ser el próximo Presidente, cuáles iban a ser los cambios, el fin del gobierno militar. Entonces, era un año de gran incertidumbre’, relata.

Así se dibujó el inicio de la tradición de los Enade con sus lemas en latín, algo que Vargas califica nada más que como una acción de márketing.

Hacia dónde va ICARE

Vargas es, además, empresario. Posee una sociedad (ITV) que publicó con éxito directorios de contenido económico y empresarial. Explora reflotar este negocio, donde participa con proyectos su hija, más en armonía con el mundo digital.

Anticipa varios desafíos para Icare, que hoy preside Karen Thal. Cree que Icare —cuyo directorio continuará asesorando por un año— tiene que darle un sello a la capacitación en Chile: ‘Nuestro lema es capacitación para la excelencia. Tenemos que ser capaces de responder con seriedad a ese lema, olvidarnos del Sence, probablemente (…). Ahora vienen tiempos de cambio brutales. La inteligencia artificial, el desafío demográfico, la falta de talento’.

Nota publicada originalmente en El Mercurio.